Dos estrellas cruzan el agua como los años pasaron por su alma,
dejando un surco en la arena que ni el agua cierra. Rielando la luna.
Las raíces emergen hacia el cielo ocre como queriendo atraparla,
de lejos se escapa entre las brumas del alba. Sueño inocente.
Rosas negras coronan su nuca, mirada oscura entre dos sonrojos.
Afilada redondez de un curvo pontazgo para besos salados.
Retrato de versos largos, mayos en imprecisiones de una mártir.
Alcázar sensible que se alza altivo tras un negro telón.
Palacio que la cobija entre sus alas, mar inevitable.
Voces capitales claman su inocencia y un niño la vela.
Princesa entre las sábanas de un poeta amante que la escribe,
valiente pluma, la tinta revuelta. Abrazo nocturno.
Despiertan los patos, alzan su vuelo. Ocaso que nace,
los novios brillan. El agua en calma que el sol ya calienta.
Donde acabaron los versos terminaron hoy sus besos,
lágrimas hundidas en el feliz mar eterno.
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