Mostrando entradas con la etiqueta Fechas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Fechas. Mostrar todas las entradas
jueves, 12 de septiembre de 2019 0 comentarios

El dolor de hoy

Las vidas son tan frágiles que sus aristas pueden quebrarse infinitas veces. Y, sin embargo, también son fuertes para resistir esos embates, esos golpes que nadie quisiera recibir. Será imposible recorrer el camino sin sufrir, pero será mejor disfrutar del oasis que lamentarnos de no haber llegado nunca a meta. En estos tiempos difíciles, en que la distancia marca heridas en el alma, podemos pensar que el futuro hará que todo sea anecdótico. Como ya se pasaron por otros sufrimientos, como ya se superaron, y como también tenemos la certeza de que vendrán nuevos. De que del dolor no se puede escapar para siempre, pero se puede sobrellevar con entereza.

Hay situaciones que no quisiéramos vivir y tenemos que soportar. Quedan ilusiones y esperanzas de un futuro mejor. Quién sabe qué caminos recorreremos. Pero de nada sirve torturarse por encima de lo que ya tenemos. Quisiera pensar que detrás de cada dolor, existe la posibilidad de encontrar alegría. De que lo que ayer era mera rutina, hoy se convierta en éxtasis. De que el despertar cada día juntos se convierta en una oportunidad única para memorizar cada uno de los rincones de tu piel. De que pasear sea emocionante junto a ti. De que siempre haya un abrazo más. Un beso más. Un día más.

Del dolor de hoy tendremos que aprender. Porque hoy no estoy junto a ti. Porque te echo de menos. Y porque sé que el próximo abrazo será aún más largo que el último.


lunes, 7 de mayo de 2018 0 comentarios

Confesiones de un tiempo indeseado

A MB.

He viajado siempre contigo, y ahora que no estás comienzo a comprender qué es viajar solo. No puedo mentirte: hubo sonrisas, pero no volví a reír como solo se podía hacer contigo. No quiero ofrecer la imagen de un hombre que sufre, pero tampoco puedo evitar los suspiros cuando intento tomar tu mano y solo encuentro el vacío de la inmensa soledad. Una soledad que se me hace eterna porque nunca termina a tu lado.

El viento me recuerda a tus caricias, le falta tu delicadeza, le faltan tus manos.  Y no hay voz que me recuerde a ti, salvo cuando rescato tus mensajes ya vacíos de esta fría tecnología. Debo confesarte que que he seguido con la mirada tus rizos paseando por la ciudad, tu silueta hipnótica me ha desilusionado en un rostro ajeno. Apenas pasa un día sin que revise tus fotografías para intentar retener tu mirada, pero les faltan toda la emoción. Como a mí me faltan las fuerzas para volver a fotografiar nada donde ya no esté tu presencia. Ahora no soy capaz de llorar y sé que te debo cada lágrima. Vivo en una felicidad acordada para los demás, contando en secreto las horas desde que te marchaste y aprendiendo a vivir como un niño huérfano que sigue esperando en la cancela del orfanato a sus padres.


Hoy te hubiera regalado de nuevo todos los besos. Y te hubiera visto abrir todos tus regalos. Ese rostro de ilusión eterna que a pesar del tiempo siempre tenías. Lamento sobre todo no volver a sorprenderte, a hacerte reír una vez más. Hoy me olvidaré del dolor, de mi vida, del futuro incierto. Y te confieso como un último regalo que nunca se borrará tu huella, aún cuando tenga que vivir años sin ti, años que se trastocarán en siglos en mi cabeza. Y si eso no es amor, quizás me equivoqué de sueño.
jueves, 28 de diciembre de 2017 0 comentarios

La metamorfosis del amor

A MB.

En las noches tenues, de cielo despejado y frío, con estrellas en el cielo, le gustaba mirar por la ventana hacia el cielo y soñar despierta en todos esos mundos posibles, pasados o futuros. Y preguntarse entonces por el amor.
-¿Te amaré para siempre como te quiero ahora?
Me preguntó una de esas noches, mientras la última nota del piano se desvanecía en el aire. Nos miramos, ella con curiosidad risueña, yo con cierta inquietud, pensando que mi respuesta quizás borraría aquella serenidad.
-No.
Dejé que la respuesta sonara seca y aislada. Como una piedra que cae en el agua mansa de un lago. La tormenta surgió como esperaba en el brillo de sus ojos. Noté la decepción abrazando a la ansiedad. Las preguntas se abalanzaban dando paso a la inseguridad.
-¿Por qué? ¿Por qué dices que no?
-Porque nunca el amor es el mismo a cada momento, igual que resulta imposible bañarse en el mismo río, cariño. 
Me levanté para abrazarla por detrás, mientras ella seguía mirando hacia el cielo, buscando quizás una mejor explicación.
-No será siempre igual -me reafirmé.
-¿Qué quieres decir? -insistió- ¿Todo se acaba? 
-No, la esencia se mantiene. El amor seguirá estando, pero no será el mismo. Un día comenzó el aleteo de una mariposa, entonces tan solo nos queríamos, sí, nos queríamos, como se quieren los amigos cercanos. Entre la confianza y las bromas juveniles. Pero aquello pasó también, cambió.
Le di la vuelta para que nuestras miradas volvieran a cruzarse.
-¿Recuerdas aquellos días tras confesarnos nuestro amor? ¿Aquellos tenues roces con los que avanzábamos lentos hacia la pasión? Algún beso suelto, un baile a destiempo entre la multitud, las confesiones a nuestros otros amigos, dormir separados por pudor o ni rozarnos cuando decidimos compartir habitación. Ese timidez de nuestros cuerpos que retenía todo el torrente que bullía dentro, ¿lo recuerdas?


Asintió, comprendiendo entonces mis palabras.
-Claro, sí, me acuerdo bien -dijo mientras con su mano acariciaba mi mejilla- También lo que vino después. Aquellos viajes, aquellos regalos, los aniversarios, cuando conocimos a nuestras familias... También las discusiones, los momentos de rabia, esa incomprensión... Y después...
-Y después, y después... Hasta ahora -bajó la mano, la sujeté- Ha habido momentos para dejarnos marcados a piel. Y otros que nos gustaría olvidar. En todos estos años, nuestro amor cambió, como creo que cambiará. Ya no somos los mismos, cariño, pero seguimos amándonos y seguiremos cambiando ese amor. A nuestro particular modo, como cada pareja se ama, sin más. No temas lo que vendrá, ni bueno, ni malo, porque dependerá de nosotros.
Me besó. Quizás para callarme, quizás para pasar a otra cosa. Aquella noche el frío se acabó rápido. También las inseguridades, los miedos. Tan solo quedó desnudo el amor. Un amor que ya empezaba a cambiar.

Cuando desperté a su lado, con la mañana cayendo entre nosotros, tan solo pensé que no sabría adivinar echando la vista atrás cómo había llegado hasta ese lugar en aquel momento, pero que me gustaría recordarlo para siempre.



domingo, 7 de mayo de 2017 0 comentarios

Que por mayo era, por mayo

Que por mayo era, por mayo, 
cuando hace la calor, 
cuando los trigos encañan 
y están los campos en flor, 
cuando canta la calandria 
y responde el ruiseñor, 
cuando los enamorados 
van a servir al amor
[...]
Romancero del prisionero

Supongo que si llegase el día en que no florecieran los claveles o se quedasen cegados los girasoles o se oscureciera el sol o los mares inundaran cada rincón de este mundo, supongo que si llegase el día en que nuestros cuerpos reposasen en la inmortalidad del sueño, supongo que entonces tan solo me quedaría el recuerdo. Como el aleteo de una mariposa, tu recuerdo. Nunca los días exactos, ninguna fecha concreta de tantas que vivimos, tan solo tú, como siempre has sido.

Era por mayo. Lo recuerdo bien, aunque nunca estuve allí. Tardé en llegar, pero quise quedarme para siempre. Mientras tanto, las tormentas de una vida confusa, los giros inesperados, los caminos más insospechados, urdían todo para hacernos topar el uno con el otro. Tú, la niña alta en aquel patio de colegio, yo casi el polizón de un grupo un curso mayor. Entre bromas, viejos conocidos ya, alguna anécdota estudiantil, vino el paso a un instituto por estrenar y poco a poco nuestros lazos se estrecharon más. Lazos estrechados por la cercanía de la palabra escrita, de algún inesperado zumbido, de esa ventana hacia la profundidad de redes, hacia nuestra profundidad. Cada vez nos decíamos más, pero sin hablar demasiado. Curiosa paradoja.

Pensar ahora en todo aquel camino se me antoja distante, como si aquellos fueran dos extraños, dos que sabían más bien poco del futuro o de lo importantes que acabarían siendo el uno para el otro. Resulta entrañable pensar en aquellos momentos íntimos que compartimos como amigos, porque quizás nunca los hemos visto desde el prisma de los recuerdos conjuntos de una pareja. Todo se tejió con el paso lento de los años, aunque ahora nos parezca que haya sido una brisa en el tiempo.

Recuerdo a la muchacha que se escondía detrás de una columna, la reconozco en la mujer que duda antes de tocar a la puerta. Recuerdo a la joven que lloraba en las escaleras por sentir la decepción y la frustración, la reconozco en la exigente profesional que labra su futuro con constancia y esfuerzo.

Recuerdo tu cercanía con aquellos a los que admirabas, incluso a tus amores platónicos y tus pequeñas obsesiones, la reconozco todavía en esa sonrisita que se te dibuja cuando hablas de ciertas personas, en tu forma de sentirte agradecida y en tus ganas de aprovechar la ocasión para vivir tus experiencias soñadas... conmigo.

Porque, sin duda, de no haber sido por ti, ¡cuántos momentos únicos se hubieran perdido en mi vida! Cuántas ocasiones en las que tu simple deseo me empujó para tratar de hacerlo realidad. Recuerdo también tu risa estridente, no la has perdido, ni tu buen oído, ni tu sonrojo de vergüenza. Ni esa radiante sonrisa de felicidad cuando descubres las sorpresas que te preparo. Sé que te has quejado de que yo no soy así, pero, ay, si supieras la alegría que me invade cuando veo esa sonrisa. Cuando sé que he podido hacerte feliz a pesar de que haya siempre motivos para no estarlo. Porque por efimeros que sean, siempre valdrán la pena.

He pasado las páginas del calendario a tu lado. Y son más los años que he pasado conociéndote que los que pasé sin saber nada de ti. A veces pienso en la vida distinta que hubiéramos tenido de habernos decidido antes. Pero el tiempo solo marcha en una dirección, aquella a la que debemos mirar. Hoy recordamos lo que pasó en aquel mayo de 1991. El aniversario del nacimiento de la mejor flor de cualquier mayo, que nunca se marchita porque no solo es belleza, también es alma. También es mar. Y estrella.

La estrella que seguirá brillando aún cuando su cuerpo se haya extinguido en el final de los tiempos.



miércoles, 7 de mayo de 2014 0 comentarios

Los años de la soledad

Los años de la soledad imperante son los que menos recuerdo. La memoria se acostumbra a nuestra vida actual y desecha otras formas de vida que ahora resultan lejanas, vanas, olvidadas. Como si hubieran pertenecido a otra persona que no soy yo, que no eres tú. Que no somos nosotros. Podríamos inventarnos nuestros recuerdos, nadie nos dijo que fueran ciertos. Podríamos pensar que siempre vivimos juntos, que no hubo pasado infeliz, sino presente satisfecho. Podríamos, en fin, vencer a la muerte creando la vida.

Pero nos mentiríamos. Y desecharíamos con la tristeza, la alegría. La alegría que me da recordarte como quiero hacerlo, tontamente, como fuimos de niños, de adolescentes. Esos tontos que se reían de todo, que lloraban por todo, que sentían la vida como ya no la sentimos. No es verdad que fuéramos amigos desde el principio, tan solo conocidos en un patio de colegio inmenso, un microcosmos de media hora diaria que nos parecía suficiente. Tú te marchabas a casa con tus padres, yo recorría las calles de Almuñécar. Dos senderos distintos que llevaban, sin embargo, a dos calles de distancia, dos calles insalvables para quienes no se conocen, para quienes estaban, en fin, condenados a no conocerse por las desdichas familiares.


Maduramos nuestra amistad como se hace el buen vino: con tiempo, con toda clase de tiempo. Con ese tiempo de silencios incómodos que atravesaban nuestras ventanas luminosas, con ese tiempo de conversaciones ingenuas en la tierra naranja de un nuevo patio. Con ese tiempo que se hizo largo, que atravesó veranos, que llegó hasta el invierno de un mes de mayo, cuando ya supe que te irías de mi lado.

Pero me mentí. Y juntamos los recuerdos nuevos de vidas distantes, como un rompecabezas del que no conocemos la imagen definitiva, pero nos satisface el colocar las piezas y probar a ver la silueta que vamos creando. Llegaron, creo, tus peores penas. Y cumpliste más años en tres estaciones que en diecinueve primaveras. Sabía que no lo merecías. Quizás por eso supe que mi camino estaba a tu lado, porque tú me dejabas cuidar de un corazón roto y yo intentaba siempre curarlo.

Vinieron entonces otros años. Los que mejor recuerdo. Te he visto sonreír hasta en el rincón más oculto de tu alma. Te he visto llorar las lágrimas que guardabas de tus inviernos. Te he visto ahora en el pasado y he reescrito nuestra historia. Me he divertido imaginándonos felices en una infancia soñada juntos. En una adolescencia sin calles distantes. En corazones vivos. En un futuro vibrante.

Pero miento. Porque también te he fallado. Y he vuelto a traerte los años de la soledad al recuerdo. Y he visto crecer las canas de la nieve de tus lágrimas. Y solo vivo ahora, creo, por ver tu sonrisa.


Por escribir una nueva historia a partir de ahora. Por crear esa infancia para quien venga a ocuparla. Por darte la mano y no soltarla nunca. Por quererte supongo como te he querido siempre: de manera secreta, de manera silente, pero siempre sonriente. 

Y quizás esta sea la única verdad de este recuerdo. El recuerdo que me traen los años que viviremos juntos sobre los que vivimos solos.
martes, 7 de mayo de 2013 0 comentarios

El primer ocaso

Hay días que no se olvidan, que permanecen aunque queramos olvidar. Hay otros momentos, sin embargo, que se olvidaron hace tanto tiempo que nunca nos detenemos a pensar en ellos. Son las ocasiones en que, transcurrido el tiempo, se aglutinan formando un caos de rutina insulsa, como una masa uniforme sobre la que tenemos un pensamiento predefinido, una vida hacia atrás que realmente no recordamos.

De esos momentos, mi pensamiento con sus alas ha recorrido lugares extraños, desconocidos. Como si de una soledad gongorina se tratase ha habitado en tiempos que nunca viví, en sentimientos que nunca tuve y en experiencias imposibles en este mundo. Hoy, como ya hiciera en una ocasión, se ha posado en una ventana y mira a través del cristal un universo al que no pertenecía, pero que ahora comparte.


Un martes primaveral, entre luces encendidas en el hospital brillaba el llanto de una niña recién nacida. Una mirada grisácea que con el tiempo tornaría en oscuro marrón, como los árboles desnudos del invierno abandonado. Una sonrisa entre sus padres y el deseo de vivir de sus manecillas, aferradas a sí mismas. Y en el cristal, el pájaro que la observa entre deseos de nacer ocho meses después.

Ella era la unión de la virginal actitud con el mensaje más iluminador, o quizás era un mar en un cielo envuelto, alguna luna que riela en ese mar. Era un suspiro a punto de brotar. La herencia materna de un nombre unido a las estrellas. Ella era Mariela. Una nueva flor en esta reciente primavera, surgida de la inseguridad entre los cardos, con la belleza tímida de los acianos y bendecida por la mirada de las freesias.

Alegría temprana de los primeros meses para un largo invierno febril de años siguientes. Soledad cariñosa entre cuatro brazos que le enseñan a vivir. Son los años olvidados de una infancia donde se mezclaba el azúcar con la sal. Faltaron las ganas de comer, pero sobró la alegría por vivir. Mientras rosas se marchitaban, esta crecía con la fragilidad sutil del silencio de una sonrisa. Vivió entre cristales, observando un mundo desde la ventana de algún hospital, de algún baño natural, con una tos delicada, tic tac irremediable de los relojes que tanto ha llegado a odiar, aquellos que la privaron de los buenos momentos para alargar todos los veranos que maldijo.


Solo el transcurrir de una vida de vicisitudes la elevaron hasta el jardín recóndito de la desconfianza, fría y oscura celda de la soledad indeseada. Con alas rotas, necesitó la fortaleza de algún ángel que la elevara hasta la más alta cumbre, aunque fuera en la cuna de la inocencia, como si de un nuevo renacer se tratara. Al final, como un relámpago en la travesía por el desierto, la vida.

Se erige como una estatua clásica, con una naturalidad a la que sobran maquillajes. Un ramo de rosas negras coronan su cabeza y mira cariñosa a través de dos cristales, reflejados en ello una ciudad que la cautiva y una luna que la enamora. Y todo pasa como el sueño de alguna noche otoñal, cuando deseó que quedara todo un curso para vivir. Solo queda un lago por donde dos patos cruzan, recordando que ya es mayo, y a la vida le quedan poco más de dos días.

Al menos hoy es siete, y volverán, como los vilanos, los sietes de mayos a florecer en primavera.

miércoles, 21 de marzo de 2012 1 comentarios

Día Mundial de la Poesía 2011

Para celebrar este día, ¿qué mejor que leer unos poemas?



Quiero que sepas
una cosa.

Tú sabes cómo es esto:

si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.

Ahora bien,

si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.

Si de pronto

me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.

Si consideras largo y loco

el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.

Pero

si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.
Pablo Neruda 

Olvido en bohemia

La niña sueña con un poeta
y con sus noches de bohemia.
Pero al despertar se entrega
a los vicios de los que siempre reniega.
Va buscando en la bebida
todo lo que él olvida.

La niña sueña con un poeta
y despierta en su bohemia.
A las ilusiones bordadas
ella con su cigarro las quema.
Borra sus memorias sobre él
a base de distracciones en su hiel.
Pero la niña sólo sueña
y en verdad él no la espera.
 Luis J. del Castillo

Entradas populares

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
 
;