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jueves, 12 de septiembre de 2019 0 comentarios

El dolor de hoy

Las vidas son tan frágiles que sus aristas pueden quebrarse infinitas veces. Y, sin embargo, también son fuertes para resistir esos embates, esos golpes que nadie quisiera recibir. Será imposible recorrer el camino sin sufrir, pero será mejor disfrutar del oasis que lamentarnos de no haber llegado nunca a meta. En estos tiempos difíciles, en que la distancia marca heridas en el alma, podemos pensar que el futuro hará que todo sea anecdótico. Como ya se pasaron por otros sufrimientos, como ya se superaron, y como también tenemos la certeza de que vendrán nuevos. De que del dolor no se puede escapar para siempre, pero se puede sobrellevar con entereza.

Hay situaciones que no quisiéramos vivir y tenemos que soportar. Quedan ilusiones y esperanzas de un futuro mejor. Quién sabe qué caminos recorreremos. Pero de nada sirve torturarse por encima de lo que ya tenemos. Quisiera pensar que detrás de cada dolor, existe la posibilidad de encontrar alegría. De que lo que ayer era mera rutina, hoy se convierta en éxtasis. De que el despertar cada día juntos se convierta en una oportunidad única para memorizar cada uno de los rincones de tu piel. De que pasear sea emocionante junto a ti. De que siempre haya un abrazo más. Un beso más. Un día más.

Del dolor de hoy tendremos que aprender. Porque hoy no estoy junto a ti. Porque te echo de menos. Y porque sé que el próximo abrazo será aún más largo que el último.


viernes, 28 de diciembre de 2018 0 comentarios

Te espero en el futuro

La risa de cada día. El baile que surge de la nada. Somos pequeñas centellas de felicidad esporádica. Qué breve el tiempo cuando se le antoja. Y qué largo se nos hace el futuro cuando lo pensamos demasiado. Tenues luces he encontrado en mi camino junto a densas sombras. Nos van golpeando en esta senda tanto que a veces nos olvidamos de quienes somos. Y erramos, erramos deambulando, erramos con el otro. Lo peor ha sido siempre fallarte. Lo mejor, tan solo verte sonreír la luz una vez más cada día. De todo saldremos juntos. 


Porque ya lo hemos hecho. Porque siempre nos hemos encontrado en las encrucijadas del camino. Porque la vida nos ha devuelto siempre la sonrisa. Y la palabra adecuada a tiempo. Nunca fueron las mismas, pero siempre son las perfectas para cada momento. Solo que a veces tardan en aparecer, otras se disfrazan de amigas y tan solo sirvieron para herir. Hemos vivido los dos mucho de palabras, tanto que a veces nos olvidamos del gesto, de los recuerdos que yacen más allá de cualquier signo: aquel abrazo, aquel baile, aquella beso, aquella caricia y aquella otra tan indiscreta que aún recuerdo tu sonrojo.

Nos acostumbramos a los sobrentendidos y hemos vivido mucho bajo el paraguas de lo discreto, tanto que parece que no sepamos vivir de otra forma y, sin embargo y pese a las miradas ajenas, querernos tanto. Pese a todo lo que esté por vivir, sigue acompañándome. Porque de todos los mundos posibles, este fue el que elegimos: tenernos el uno al otro. Y no imagino otros senderos que no me llevaran a ti, porque siempre estuviste ahí. Entre los fugaces bailes, los insistentes zumbidos y la suave caricia a escondidas. 

Te espero en el futuro y en todos los 28 de diciembre de mi vida.
lunes, 7 de mayo de 2018 0 comentarios

Confesiones de un tiempo indeseado

A MB.

He viajado siempre contigo, y ahora que no estás comienzo a comprender qué es viajar solo. No puedo mentirte: hubo sonrisas, pero no volví a reír como solo se podía hacer contigo. No quiero ofrecer la imagen de un hombre que sufre, pero tampoco puedo evitar los suspiros cuando intento tomar tu mano y solo encuentro el vacío de la inmensa soledad. Una soledad que se me hace eterna porque nunca termina a tu lado.

El viento me recuerda a tus caricias, le falta tu delicadeza, le faltan tus manos.  Y no hay voz que me recuerde a ti, salvo cuando rescato tus mensajes ya vacíos de esta fría tecnología. Debo confesarte que que he seguido con la mirada tus rizos paseando por la ciudad, tu silueta hipnótica me ha desilusionado en un rostro ajeno. Apenas pasa un día sin que revise tus fotografías para intentar retener tu mirada, pero les faltan toda la emoción. Como a mí me faltan las fuerzas para volver a fotografiar nada donde ya no esté tu presencia. Ahora no soy capaz de llorar y sé que te debo cada lágrima. Vivo en una felicidad acordada para los demás, contando en secreto las horas desde que te marchaste y aprendiendo a vivir como un niño huérfano que sigue esperando en la cancela del orfanato a sus padres.


Hoy te hubiera regalado de nuevo todos los besos. Y te hubiera visto abrir todos tus regalos. Ese rostro de ilusión eterna que a pesar del tiempo siempre tenías. Lamento sobre todo no volver a sorprenderte, a hacerte reír una vez más. Hoy me olvidaré del dolor, de mi vida, del futuro incierto. Y te confieso como un último regalo que nunca se borrará tu huella, aún cuando tenga que vivir años sin ti, años que se trastocarán en siglos en mi cabeza. Y si eso no es amor, quizás me equivoqué de sueño.
jueves, 28 de diciembre de 2017 0 comentarios

La metamorfosis del amor

A MB.

En las noches tenues, de cielo despejado y frío, con estrellas en el cielo, le gustaba mirar por la ventana hacia el cielo y soñar despierta en todos esos mundos posibles, pasados o futuros. Y preguntarse entonces por el amor.
-¿Te amaré para siempre como te quiero ahora?
Me preguntó una de esas noches, mientras la última nota del piano se desvanecía en el aire. Nos miramos, ella con curiosidad risueña, yo con cierta inquietud, pensando que mi respuesta quizás borraría aquella serenidad.
-No.
Dejé que la respuesta sonara seca y aislada. Como una piedra que cae en el agua mansa de un lago. La tormenta surgió como esperaba en el brillo de sus ojos. Noté la decepción abrazando a la ansiedad. Las preguntas se abalanzaban dando paso a la inseguridad.
-¿Por qué? ¿Por qué dices que no?
-Porque nunca el amor es el mismo a cada momento, igual que resulta imposible bañarse en el mismo río, cariño. 
Me levanté para abrazarla por detrás, mientras ella seguía mirando hacia el cielo, buscando quizás una mejor explicación.
-No será siempre igual -me reafirmé.
-¿Qué quieres decir? -insistió- ¿Todo se acaba? 
-No, la esencia se mantiene. El amor seguirá estando, pero no será el mismo. Un día comenzó el aleteo de una mariposa, entonces tan solo nos queríamos, sí, nos queríamos, como se quieren los amigos cercanos. Entre la confianza y las bromas juveniles. Pero aquello pasó también, cambió.
Le di la vuelta para que nuestras miradas volvieran a cruzarse.
-¿Recuerdas aquellos días tras confesarnos nuestro amor? ¿Aquellos tenues roces con los que avanzábamos lentos hacia la pasión? Algún beso suelto, un baile a destiempo entre la multitud, las confesiones a nuestros otros amigos, dormir separados por pudor o ni rozarnos cuando decidimos compartir habitación. Ese timidez de nuestros cuerpos que retenía todo el torrente que bullía dentro, ¿lo recuerdas?


Asintió, comprendiendo entonces mis palabras.
-Claro, sí, me acuerdo bien -dijo mientras con su mano acariciaba mi mejilla- También lo que vino después. Aquellos viajes, aquellos regalos, los aniversarios, cuando conocimos a nuestras familias... También las discusiones, los momentos de rabia, esa incomprensión... Y después...
-Y después, y después... Hasta ahora -bajó la mano, la sujeté- Ha habido momentos para dejarnos marcados a piel. Y otros que nos gustaría olvidar. En todos estos años, nuestro amor cambió, como creo que cambiará. Ya no somos los mismos, cariño, pero seguimos amándonos y seguiremos cambiando ese amor. A nuestro particular modo, como cada pareja se ama, sin más. No temas lo que vendrá, ni bueno, ni malo, porque dependerá de nosotros.
Me besó. Quizás para callarme, quizás para pasar a otra cosa. Aquella noche el frío se acabó rápido. También las inseguridades, los miedos. Tan solo quedó desnudo el amor. Un amor que ya empezaba a cambiar.

Cuando desperté a su lado, con la mañana cayendo entre nosotros, tan solo pensé que no sabría adivinar echando la vista atrás cómo había llegado hasta ese lugar en aquel momento, pero que me gustaría recordarlo para siempre.



domingo, 7 de mayo de 2017 0 comentarios

Que por mayo era, por mayo

Que por mayo era, por mayo, 
cuando hace la calor, 
cuando los trigos encañan 
y están los campos en flor, 
cuando canta la calandria 
y responde el ruiseñor, 
cuando los enamorados 
van a servir al amor
[...]
Romancero del prisionero

Supongo que si llegase el día en que no florecieran los claveles o se quedasen cegados los girasoles o se oscureciera el sol o los mares inundaran cada rincón de este mundo, supongo que si llegase el día en que nuestros cuerpos reposasen en la inmortalidad del sueño, supongo que entonces tan solo me quedaría el recuerdo. Como el aleteo de una mariposa, tu recuerdo. Nunca los días exactos, ninguna fecha concreta de tantas que vivimos, tan solo tú, como siempre has sido.

Era por mayo. Lo recuerdo bien, aunque nunca estuve allí. Tardé en llegar, pero quise quedarme para siempre. Mientras tanto, las tormentas de una vida confusa, los giros inesperados, los caminos más insospechados, urdían todo para hacernos topar el uno con el otro. Tú, la niña alta en aquel patio de colegio, yo casi el polizón de un grupo un curso mayor. Entre bromas, viejos conocidos ya, alguna anécdota estudiantil, vino el paso a un instituto por estrenar y poco a poco nuestros lazos se estrecharon más. Lazos estrechados por la cercanía de la palabra escrita, de algún inesperado zumbido, de esa ventana hacia la profundidad de redes, hacia nuestra profundidad. Cada vez nos decíamos más, pero sin hablar demasiado. Curiosa paradoja.

Pensar ahora en todo aquel camino se me antoja distante, como si aquellos fueran dos extraños, dos que sabían más bien poco del futuro o de lo importantes que acabarían siendo el uno para el otro. Resulta entrañable pensar en aquellos momentos íntimos que compartimos como amigos, porque quizás nunca los hemos visto desde el prisma de los recuerdos conjuntos de una pareja. Todo se tejió con el paso lento de los años, aunque ahora nos parezca que haya sido una brisa en el tiempo.

Recuerdo a la muchacha que se escondía detrás de una columna, la reconozco en la mujer que duda antes de tocar a la puerta. Recuerdo a la joven que lloraba en las escaleras por sentir la decepción y la frustración, la reconozco en la exigente profesional que labra su futuro con constancia y esfuerzo.

Recuerdo tu cercanía con aquellos a los que admirabas, incluso a tus amores platónicos y tus pequeñas obsesiones, la reconozco todavía en esa sonrisita que se te dibuja cuando hablas de ciertas personas, en tu forma de sentirte agradecida y en tus ganas de aprovechar la ocasión para vivir tus experiencias soñadas... conmigo.

Porque, sin duda, de no haber sido por ti, ¡cuántos momentos únicos se hubieran perdido en mi vida! Cuántas ocasiones en las que tu simple deseo me empujó para tratar de hacerlo realidad. Recuerdo también tu risa estridente, no la has perdido, ni tu buen oído, ni tu sonrojo de vergüenza. Ni esa radiante sonrisa de felicidad cuando descubres las sorpresas que te preparo. Sé que te has quejado de que yo no soy así, pero, ay, si supieras la alegría que me invade cuando veo esa sonrisa. Cuando sé que he podido hacerte feliz a pesar de que haya siempre motivos para no estarlo. Porque por efimeros que sean, siempre valdrán la pena.

He pasado las páginas del calendario a tu lado. Y son más los años que he pasado conociéndote que los que pasé sin saber nada de ti. A veces pienso en la vida distinta que hubiéramos tenido de habernos decidido antes. Pero el tiempo solo marcha en una dirección, aquella a la que debemos mirar. Hoy recordamos lo que pasó en aquel mayo de 1991. El aniversario del nacimiento de la mejor flor de cualquier mayo, que nunca se marchita porque no solo es belleza, también es alma. También es mar. Y estrella.

La estrella que seguirá brillando aún cuando su cuerpo se haya extinguido en el final de los tiempos.



miércoles, 28 de diciembre de 2016 1 comentarios

Despertares de un vacío

Para lo que siempre hubo espacio fue para los huecos vacíos. Tratas de evitarlos, pero suceden, nada puede ocultarlos y ahí están, mirándote como te miran solo las cosas vacías. Inexistencias donde no habita ni la felicidad, ni la tristeza, ni la angustia, ni la ilusión. Y esos vacíos llegan como olas que arrastran todo lo que te rodea, sin importar lo que sientas, lo que hicieras, lo que mantuvieras intacto entre tus manos. Seguro que si te hablo de ellos, los recuerdas. Pero solo entonces. Solo cuando alguien te obliga a recordarte que hubo momentos de tu vida en los que no viviste.  En los que te arrojaste a no sentir con todas tus fuerzas, a detener el tiempo, pero tan solo el tuyo. Que todo viviera, menos tú. Que por unos minutos, la Tierra girase contigo, pero tú ya no estuvieras aquí, ni en ningún sitio. Suena desolador, aunque al recordarlo no encontrarás ninguna desazón. Simplemente vacío. Nada.

El mejor despertar de un vacío eres tú. Retornar de la nada para encontrarte a ti. Recordar entonces todo lo que hemos vivido, todos nuestros sueños cumplidos, todos nuestros sueños por cumplir, los años que han de venir, los años que ya pasamos juntos. Todo lo que hasta ahora te he escrito y la mitad de todo lo que me espera por escribirte. Al final, cuando despierto del vacío, la mano que quiero agarrar es la tuya, el beso que quiero dar te pertenece a ti, el abrazo en el que quisiera encontrarme es el que aún deseo darte. Los vacíos de mi vida siempre encuentran tu mirada para llenarse. Junto al recuerdo de mis vacíos, la memoria de tu existencia sigue sumando años.


Yo también he visto tus vacíos. Tus momentos perdidos en la nada. Entonces me he quedado mirándote, he analizado cada rayo de luz que rozaba tu piel, cada sombra, cada poro, cada cabello cayendo en cascada, uniéndose a los demás en una interminable confusión. El vacío de tu mirada y tus ojos en la nada. Tu boca quieta, como si acaso el silencio fuera su mejor casa. La quietud que te rodea. El silencio que se escucha. Y mi mano tocando tu mejilla, tus ojos despertando y buscando los míos, la sonrisa que se dibuja entre tus labios, el beso que nos damos, el abrazo en que nos fundimos. Ese momento en que rompemos el vacío del otro y vivimos el uno para el otro. Esos momentos por los que merecieron la pena seis años y por los que merecerán la pena los próximos sesenta. Porque cuando los vacíos se llenan de amor, regresar a la vida es un alivio.


domingo, 18 de diciembre de 2016 0 comentarios

Las imperfecciones de tu belleza

Anoche, como cada noche en las últimas semanas, te quedaste dormida antes que yo. Y como todas esas noches, antes de apagar la luz, cerré el libro que estaba leyendo y me quedé mirándote. No, no estabas guapa. No eras lo mejor que he visto en mi vida. No tenías una expresión que pudiera sustituir otros rostros, otras caras. Pero allí estabas, durmiendo a mi lado. Segura, tranquila, en calma. Y me daba igual que se te torciera el gesto por la gravedad, que tuvieras la marca de la sábana en la mejilla, que se note entre tus ojos la señal de las gafas quitadas. No me importa que tu pelo se distribuya salvaje por toda la almohada.

Mañana, cuando estés despierta, quizás otro día, trataré de hacernos una foto en cualquier momento. Y te quejarás, y me dirás que estás fea, que ahora no, que qué mal sales. Anoche no te importaba. Y a mí tampoco lo hará mañana. No duermo a tu lado por tu belleza, no espero que siempre estés perfecta, no quiero que nuestros recuerdos sean una pose mal disimulada para quedar bien, sino la sonrisa espontánea de algún buen momento, nosotros despeinados al amanecer, compartiendo en la intimidad uno de esos breves instantes eternos.


Nunca te quise por tu belleza. No puedo amar a nadie por su belleza. Sería como tratar de querer vivir siempre en un instante imperecedero, sería mentirme, engañarte, sería caer en una trampa que nos tienden continuamente. La idea de que debemos ser siempre jóvenes, siempre bellos, siempre perfectos, la idea de que no te puedo querer con tus defectos, de fingir que no hay ninguna arruga, de que no me fije en tu marca de nacimiento, de que acaso no sepa que escondes bajo la ropa. De que no sepa que te quiero porque eres tú y no porque es tu cuerpo.

Todo se desvanecerá, como se pudre la fruta que olvidamos, como caducan las hojas que pisaron nuestros pies, como se derretirán las cimas que ahora arden de blanco furor. Y aún así, me quedará ese momento, junto a una tenue luz, en que te pueda mirar y, en verdad, no te mire. Porque nunca amaré ninguna imagen particular. Porque te amo a ti, a todas tus imágenes, a todos tus sonidos, a toda tu vida. Y anoche, mientras dormías a mi lado, mientras torcías el gesto, mientras te despeinabas, también.
sábado, 23 de julio de 2016 0 comentarios

Hay golpes en la vida...

No sé dónde estabas, no sé por qué no te llamé, no sé quién lo hizo, no sé qué pensarás, no sé cómo sonríes, no sé cuándo volverás, no sé siquiera las cosas que te hacían feliz. Y aún así estoy aquí, buscando las razones a las preguntas que no tienen respuesta, demasiado lejos de ti como para salvarte, demasiado cerca como para sentirme impotente, demasiado tarde para enmendar mis errores, demasiado pronto para el remordimiento.

En el momento exacto en que pensé que nada podría ir mal, me has dejado un vacío en el estómago que me golpea hasta el corazón. Nunca he sentido más vértigo que al verte tan perdida en ti misma, tan oscurecido tu rostro y tu sangre aún pintando charcos.

Antes recordaba tus palabras, ahora te comprendo. Antes dibujaba corazones en los cristales empañados, ahora golpeo las ventanas en busca de respuestas. Antes sabía que te quería, ahora sé que mi vida no será igual después de ti.

Quédate. Regresa. Y ayúdame a descubrirte como nunca lo hice.


sábado, 7 de mayo de 2016 2 comentarios

Solo una verdad

A MB.

Cuando ella se marchó por aquella puerta, me quedé pensando en todo lo que había pasado entre nosotros, en cómo la había conocido, cómo habíamos vivido juntos estos últimos años y cómo sin saberlo surgió el amor entre nosotros. Por eso me sorprendió cuando diste aquel portazo y cerraste con él los años que pasamos juntos. Porque no te amaba. O porque no te quería como tú querías que te amara. Quizás vuelvas luego, lo deseo. Porque no sería la primera vez que me equivoco y tú provocas que me dé cuenta. Tú me señalas el camino a seguir, aunque a veces sea yo el que ilumine tus pasos. Supongo que vamos creando entre ambos las piedras a pisar en nuestro futuro. Por eso te envío esta falsa carta, por eso te hablo en el silencio de este salón en que no estás, pensando todas las palabras que no te he dicho, que ahora se me ocurren porque es el momento perfecto para desperdiciarlas en mi mente.

En verdad no te has ido. Ella sigue en esta casa, pero está como ausente. Llueve entre las calles y tú no sabes que estoy teniendo miedo. Que hay un miedo que me atenaza el alma. El miedo de no tener un futuro contigo. El miedo de no cumplir con aquello que siempre te he prometido. El miedo de olvidar las promesas. El miedo de que no seamos capaces de querernos en el tedio. Pero es un falso miedo. Tú lo sabes, yo lo sé: nos conocemos desde que tenemos memoria y nunca nos hemos fallado como para alejarnos. Hoy no espero que sea ese día.

Hoy espero darte más felicidad, un poco más, con el deseo de regalarte un día más. Porque un día más junto a ti es un motivo más para ser feliz. Hoy son veinticinco años, pero espero ver pasar muchos más en el calendario junto a ti. Ver tu cuerpo a mi lado cada despertar y cada noche, ver cumplirse nuestros proyectos, ver que los días atardecen y que pueden volver a amanecer, ver el mundo que nos espera. Cuando te diste cuenta de que te estaba mirando, te turbaste. Y con una solemnidad inaudita te dije:

-El futuro vive en la posibilidad de lo que hagamos hoy. Y hoy decido quererte.

Y supe que te decía la verdad.
martes, 2 de febrero de 2016 0 comentarios

Un instante de serenidad

Ella no lo sabe, pero la estoy mirando. La veo meditar ante todos esos folios, ante el libro que sostiene entre sus manos, sumida en sus pensamientos y reflexiones, moviendo un bolígrafo cerca de su boca, mordisqueando ocasionalmente el tapón, escribiendo o subrayando, se acaricia la mejilla, se aparta un mechón de pelo, tuerce el gesto, parece seria. Y qué belleza desprende.

Ella no lo sabe, pero la estoy mirando como se mira a quien se ama. Ella en su mundo interno, yo en otro universo. Aún no se ha dado cuenta y temo el momento en que me descubra, en que nuestros ojos se entrecrucen y se rompa este instante de serenidad. Este silencio entre los dos, esta ausencia de comunicación en la que ella me dice cosas que siempre calla cuando realmente me habla.


Ese instante de plenitud en que dejamos de estar aquí. Reconforta el alma saberse tan seguro de estar tocando un instante del alma del otro.

-¿Qué haces?

Se rompió el momento, ella me sonríe como el niño al que se descubre en su travesura, con la timidez de quien se desnuda frente a otro por primera vez sabiendo que está a punto de entregarse. Ambos nos reímos. Y yo me quedo esperando. Esperando otro instante de serenidad.
jueves, 7 de mayo de 2015 1 comentarios

En los ecos de tu memoria

A MB.

Se quedó mirándolo absorta, con los ojos perdidos en el infinito, pensando en todo el tiempo que había pasado desde que se conocieron hasta ese mismo instante... ¿5, 33, 48... años? Ya ni se acordaba. Y él tampoco debía hacerlo. Se asemejaba a un niño pequeño, como sus hijos, los que tuvieron juntos, los que ya no estaban con ella. No, mejor dicho, era como un hijo más. La enfermedad era así... ¿cómo era? Alzheimer. Recordaba, eso sí, que alguien le había dicho que no merecía la pena pasar los últimos años de su vida cuidando de alguien que iba a olvidarlo todo. Qué tontería juzgar aquel amor en espera de un agradecimiento.

¿Cómo iba a dejarlo con extraños que no le amaran tanto como lo hacía ella, que hasta por la noche le hacía arrumacos como si fuera un bebé? Como cuando dormía junto a la cuna de su hermano pequeño. Y él la abrazaba con fuerza y podía escucharlo llorar y ella le decía: ea, ea, ea... Y la apretaba con fuerza y le mecía los cabellos y le besaba la boca... Y ella se ruborizaba como cuando fue adolescente, como en su primer beso durante un baile... ¿Dónde fue? Solo le venían a la cabeza las risas y el sonido de una música atronadora. Y su cálido abrazo.


No estaba tan mal, solo que a veces no la llamaba por su nombre... Le hacía tambalearse la idea de no volver a encontrarlo en medio de tantas lagunas. Pero siempre había ocasiones en que se cruzaban sus voces y conversaban por horas, hasta que la luna iluminaba tanto el cielo que comenzaba a amanecer. En esas noches, solían bailar, como antaño, como en el primer beso. Y repasaban uno a uno los nombres de su familia: los que ya no estaban, los que seguían cerca, los que estaban lejos y los nuevos, los recién llegados. Historias que se iban entrelazando y que a ella la dejaban agotada, mientras que él, con la cara iluminada, razonando como no solía escucharlo, narraba con seguridad y soltura cientos de anécdotas de una vida que parecía pertenecer a otras dos personas, pero que era la historia de sus vidas.

Fijó su atención en la taza de té que había a su lado, no recordaba cuándo la había preparado, pero aún estaba tibia cuando la probó. Los últimos rayos de sol del atardecer se filtraban por la persiana y proporcionaban luz a la penumbra de aquella habitación. Vio entonces que él estaba allí de pie, mirándola. Sus ojos se cruzaron y él sonrió. Parecía lúcido. 

-Ven, mi pequeño Alejandro, ven -dijo ella, sabiendo lo que aquella mirada traviesa significaba.

Y Gabriel abrazó con ternura a su mujer enferma.
sábado, 14 de febrero de 2015 0 comentarios

Siempre vale

Cuando tomas la decisión de comenzar a caminar, tienes que estar dispuesto a aceptar el camino que te toque deambular. Eso mismo hice contigo. Sabía quién eras y aún te fui descubriendo más por este sendero que juntos comenzamos un veintiocho de diciembre. Puede que sonara a broma, pero en realidad iba muy en serio. Tanto que pasan los años sin que nos demos cuenta. Yo ya tenía alguna cana escondida entre mi pelo mientras que tú has mantenido las rosas negras de los rizos de tu pelo. Cuando miro atrás, la vida se bifurca en miles de posibilidades... y ninguna vale. Porque sé que la correcta, la que siempre vale, fue la que tomé y sigo estando a tu lado.

Y aún veo qué nos queda por recorrer y corro con más fuerza, pero también con más cautela. Porque no quiero que por el ansia de llegar a nuestros sueños, me pierda el esfuerzo vital de haber llegado a tu lado. No quiero dejarte atrás, sino empujarte hacia lo más alto. Ser tus fuerzas aún cuando las lágrimas quieran llegar a tierra. Luchar contra la gravedad y contra los miedos, las discusiones y peleas. Vencer molinos que parecían gigantes... pero que no eran más que molinos que dejar atrás en el paisaje. 


Te conozco y sé cómo cojeas. Y no te quiero a pesar de ello, sino con todo ello. Porque en ti, todo siempre vale. Porque no se trata de cerrar los brazos al reencuentro, ni cerrar los ojos a lo evidente, ni hacer oídos sordos a las palabras, tampoco de enfrentarlas como ogros, sino llegar a trazar en las adversidades un puente entre ambos. Que cuando un río separe nuestro andar, no dejemos que la corriente se trague a uno de nosotros, sino rescatarnos mutuamente o morir ahogados en la violencia de un último beso. Pero mejor rescatarnos, que si no, el viaje se acabaría aún antes de poder mirar atrás y decir: sí, siempre vale, siempre valió cada paso que dimos, mereció la pena. Porque ahora que sé que me marcho a otro camino aún más lejano, sé que si me quedara, aún podría celebrar con alegría cada catorce de febrero, como puedo celebrar cada día de marzo, y de mayo... y de todo el año.
domingo, 28 de diciembre de 2014 0 comentarios

Diario de abordo

El sol de esta noche no ilumina nuestra travesía, pero estoy contigo y eso me da fuerzas para continuar cada día, cada semana, cada mes, un año más. Las olas nos dejan a la deriva, la potencia del viento nos impulsa lejos de nuestro destino, pero nos agarramos a los remos y seguimos hacia delante. Desde que empezó este viaje, hemos sondeado mares extraños, tormentas imposibles y también aguas en dulce calma, cristalinas y bellas. Preciosas playas de islas desiertas. Un suave rumor de brisa fresca ha tocado tu cara y el aire se ha perfumado de tu presencia.

Mañana cuando vuelvan a despertar las flores, cuando la luna se pasee durante el día y las estrellas no brillen en el firmamento, cuando los hielos se derritan y la sombra arda, mañana cuando tú y yo no estemos, mañana, entonces solo quedará el recuerdo entre cenizas y arena de nuestros nombres armados en este texto. Hasta entonces, mi vida, que sirva para pensar en nosotros y en nuestra vida.

La primera vez que te vi no fue especial, lo especial fue comenzar a verte de otra manera. La primera vez que hablamos seguramente fue lo más normal del mundo, todo lo contrario que el primer te quiero. La primera vez que me llamaste por mi nombre no logro recordarla, pero aún escucho en mi oído cada susurro con el que me nombraste. La primera vez que nos despedimos no me dolió, hoy cada despedida me parte el corazón. El resto de primera veces las recuerdo perfectamente. Te he visto dormir apoyada en mí y he acariciado cada uno de tus cabellos. He visto pasar los años a tu lado y solo espero seguir haciéndolo. Hasta llegar a la última playa.


Esa playa donde recordar toda nuestra vida juntos. Aquella donde nos reiremos de todos nuestros sufrimientos, aquella donde lloraremos por nuestras alegrías. Aquella donde repasaremos estos primeros años y descubriremos que tan solo eran los primeros avances de un largo, larguísimo viaje. Aquel que en verdad estamos ahora empezando, porque siempre empieza cada 28 otra vez, como un fénix que renace de sus cenizas, como un barco que llega a puerto para seguir navegando, como tu sonrisa cuando hace brillar el mundo entre mis brazos. El mar sigue ahí, pero está para navegarlo.

Cuando echo la vista atrás, todos los rincones de mi memoria tienen tu nombre. Ya no has dejado ningún rastro sin tu presencia y no deseo realmente que quede ninguno que no lo tenga. En todo pones tu mirada y en todo dejas tu huella. Será por eso que ya no tengo más camino que seguir tus pasos allá donde me lleven.


sábado, 20 de septiembre de 2014 0 comentarios

Un mundo ausente

Cuando vuelvo a pasar por esas calles, solo siento la ausencia. No veo nada más que tu ausencia. Poco importa que el paisaje sea tan hermoso como siempre, que el atardecer ilumine con sus últimas fuerzas mis ojos y brillen en un ámbar ennegrecido. La naturaleza no ha sabido confortar tu pérdida y aún cuando sigo escribiendo, aún noto que vienes por detrás, me acaricias el pelo y te vas. Solo que sé que no estás, o peor, que no volverás, que es imposible que vuelvas.

Durante años me he preguntado por la muerte. Ahora que la tengo tan cerca, me pregunto más por la vida. Por esa vida que me devuelve los recuerdos, las miradas en las fotografías, tu voz en los vídeos. Nos pasamos el tiempo guardando la memoria para que después nos torture con su nostalgia. Con el tiempo pasado hemos creado una historia que nos hace llorar en nuestro presente desgraciado y que viene a ensombrecer los días venideros.


No sé qué es estar sin ti, porque allá donde miro, tú me miras. Sigues sonriendo eternamente. Y yo estoy aquí, solo, frente al tiempo taciturno, que me dejó las horas hastías de un mundo ausente.
lunes, 7 de julio de 2014 0 comentarios

Avanzar

[...]
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
[...]
Antonio Machado

Van pasando los años y las cosas cambian de manera inevitable. En esas momentos no podemos dejar de pensar en lo que está por venir, mientras, a la vez, recordamos todo lo que hemos ido dejando atrás, sabiendo que se trata de un camino al que no se podrá retornar. Sin embargo, nada nos impide tomar otra ruta a la que se esperaba, nada nos impide ser quienes queremos ser, aún cuando pensemos que no fuera lo que se esperaba que fuéramos. Pero es normal tener miedo e inseguridad, pensar en lo que queda por caminar, en retomar cosas a las que nunca hubiéramos pensado regresar. 

Quizás tuve la suerte de vislumbrar el final del camino desde casi el principio, aunque ahora sepa que tan solo vi mi camino deseado. Ahora que estoy a pocos pasos de concluir los cimientos, no quiero que tú, precisamente tú, tengas miedo. Porque la verdad es que nada hasta ahora hubiera sido como lo es de no haber sido por ti.

Ahora quieres rehacer tu camino, reconstruirlo, orientarlo hacia otro destino... yo estaré ahí para verlo, contigo. No tengas miedo a avanzar, es algo inevitable: el tiempo sigue corriendo y se nos escapa, ahora solo estás retrocediendo para coger carrerilla y salvar los obstáculos de tu camino. Hazlo con firmeza y no temas, que no te soltaré. No pienso hacerlo.

Gracias por estos diez, por estos cuatro, por estos tres y medio años. Gracias por la eternidad de los siguientes, aquellos que quiero vivir contigo. Porque mi camino no acaba aquí, sigo caminando, creándolo, junto a ti. Allá donde nos lleve y hasta el final.




miércoles, 7 de mayo de 2014 0 comentarios

Los años de la soledad

Los años de la soledad imperante son los que menos recuerdo. La memoria se acostumbra a nuestra vida actual y desecha otras formas de vida que ahora resultan lejanas, vanas, olvidadas. Como si hubieran pertenecido a otra persona que no soy yo, que no eres tú. Que no somos nosotros. Podríamos inventarnos nuestros recuerdos, nadie nos dijo que fueran ciertos. Podríamos pensar que siempre vivimos juntos, que no hubo pasado infeliz, sino presente satisfecho. Podríamos, en fin, vencer a la muerte creando la vida.

Pero nos mentiríamos. Y desecharíamos con la tristeza, la alegría. La alegría que me da recordarte como quiero hacerlo, tontamente, como fuimos de niños, de adolescentes. Esos tontos que se reían de todo, que lloraban por todo, que sentían la vida como ya no la sentimos. No es verdad que fuéramos amigos desde el principio, tan solo conocidos en un patio de colegio inmenso, un microcosmos de media hora diaria que nos parecía suficiente. Tú te marchabas a casa con tus padres, yo recorría las calles de Almuñécar. Dos senderos distintos que llevaban, sin embargo, a dos calles de distancia, dos calles insalvables para quienes no se conocen, para quienes estaban, en fin, condenados a no conocerse por las desdichas familiares.


Maduramos nuestra amistad como se hace el buen vino: con tiempo, con toda clase de tiempo. Con ese tiempo de silencios incómodos que atravesaban nuestras ventanas luminosas, con ese tiempo de conversaciones ingenuas en la tierra naranja de un nuevo patio. Con ese tiempo que se hizo largo, que atravesó veranos, que llegó hasta el invierno de un mes de mayo, cuando ya supe que te irías de mi lado.

Pero me mentí. Y juntamos los recuerdos nuevos de vidas distantes, como un rompecabezas del que no conocemos la imagen definitiva, pero nos satisface el colocar las piezas y probar a ver la silueta que vamos creando. Llegaron, creo, tus peores penas. Y cumpliste más años en tres estaciones que en diecinueve primaveras. Sabía que no lo merecías. Quizás por eso supe que mi camino estaba a tu lado, porque tú me dejabas cuidar de un corazón roto y yo intentaba siempre curarlo.

Vinieron entonces otros años. Los que mejor recuerdo. Te he visto sonreír hasta en el rincón más oculto de tu alma. Te he visto llorar las lágrimas que guardabas de tus inviernos. Te he visto ahora en el pasado y he reescrito nuestra historia. Me he divertido imaginándonos felices en una infancia soñada juntos. En una adolescencia sin calles distantes. En corazones vivos. En un futuro vibrante.

Pero miento. Porque también te he fallado. Y he vuelto a traerte los años de la soledad al recuerdo. Y he visto crecer las canas de la nieve de tus lágrimas. Y solo vivo ahora, creo, por ver tu sonrisa.


Por escribir una nueva historia a partir de ahora. Por crear esa infancia para quien venga a ocuparla. Por darte la mano y no soltarla nunca. Por quererte supongo como te he querido siempre: de manera secreta, de manera silente, pero siempre sonriente. 

Y quizás esta sea la única verdad de este recuerdo. El recuerdo que me traen los años que viviremos juntos sobre los que vivimos solos.
martes, 13 de agosto de 2013 0 comentarios

La casa de una vida

He soñado muchas vidas a mi alrededor, he creado en mi cabeza imágenes sin definir, rostros que esperan ser nombrados, nombres que buscan su dueño. Visité cientos de mundos ajenos, pude crear de arcilla los propios. Dejé arder los recuerdos que nunca debieron ser hechos e hice una habitación donde guardaría todo lo que se relacionara con ella. Su nombre, sus vestidos, su olor, su rostro, su mano, su suavidad, sus gafas y sus ojos de inocencia.

Allí decidí guardar el patio de una escuela y el de dos institutos. Las papeleras junto a las que nos sentamos, los soles que se ocultaron ante nuestra mirada y todas las fotografías donde encerraron nuestras almas. También guardé sus lágrimas, todas las que yo provoqué y todas las que ayudé a borrar. Reservo también las noches que pasamos juntos y los besos que la luna veló por nosotros. Guardo el pelo que acaricié y la piel por la que me deslicé, y sueño tener también el brillo de sus ojos para alumbrar la habitación.


Las mesas reservadas en cualquier restaurante soportan sobre sí todos los platos que cociné para ella. En el techo de nuestra habitación se posan las estrellas que se desvanecieron en cada amanecer. Centellean las sonrisas que me dedicó y resuenan sus risas como la canción más hermosa. Con ese sonido se oculta todo el ruido que provocan nuestras discusiones, y acompasan las melodías que escuchamos juntos. Hay una estantería con libros que contienen todos los textos que nos dedicamos y otra para los libros que nos leíamos los dos

Pero entre todas estas cosas, guardo aún la habitación más grande de mi vida, donde residen todos nuestros sueños por cumplir, y cuando entro puedo ver un largo vestido blanco esperando, una cuna y cientos de besos volando.

Despierto entonces y sé que es ella quien me llama, como un susurro, para despertar y verla a mi lado, verla aunque no esté, porque realmente, siempre está.
viernes, 2 de agosto de 2013 0 comentarios

Única

-Y siendo quien es usted, habrá tenido muchas oportunidades de tener relaciones con mujeres, ¿qué tal ha sido su vida en ese sentido?

-Cualquiera diría que he sido hombre de una única mujer, ¿verdad? Con todas esas fans esperando en los conciertos, haciendo colas inmensas, declarándose de forma tan bonita y bulliciosa. Quiero mucho a esas personas, sí, pero realmente la música que hago es fruto de las miradas de una única mujer.

-Pero usted no está casado y desconocía que tuviera pareja.

-No, no, no me malinterprete, hablé de una mujer, pero no que estuviera con ella. A veces, no importa lo rico o famoso que seas, no todo se puede conseguir en esta vida, hay cosas que se escapan y no vuelven. Y aunque les mandes mensajes en forma de canción que todo el mundo escucha, quizás nunca se den cuenta de que mis letras hablan de ella. Tampoco se trata de mi primer amor, era simplemente la persona más especial que he conocido en mi vida.

-Y, sin resultar indiscreto, ¿qué pasó?

-Nada, y eso es lo peor de todo -en ese momento nuestro entrevistado apretó con fuerza el papel que había tenido entre sus manos durante toda la conversación-. Nosotros soñábamos, ella en pequeño, yo en grande, ella veía un futuro acurrucada a mi lado y yo en los escenarios. Metas diferentes que nos separaron -guardó unos momentos de silencio antes de continuar hablando-. Creo que ella tenía razón con sus sueños, son los que realmente te hacen feliz. Hoy tengo toda esa fama y ese dinero que siempre soñé y lo que echo de menos es tenerla acurrucada a mi lado, me daría igual vivir con esfuerzos, no me importaría no ser conocido, si ella me conociera como nadie habría de hacerlo en esta vida. Cuando termina un concierto donde me he sentido abrumaduromente acompañado, llego a la cama solo, noche tras noche, y tardo en conciliar el sueño recordando, pensando y mi cabeza acaba pronunciando su nombre como un eco cada vez más tenue. Hace años que no nos vemos, ella habrá cambiado, yo he cambiado, pero seguro que sus ojos seguirán siendo iguales, seguro que su cuerpo tendrá esa suavidad... Seguro que mi mayor oportunidad en la vida no era subirme a aquel escenario por primera vez, sino haberle pedido que me acompañara en ese viaje. No haberla dejado atrás, debí formar este gran sueño desde otros más pequeños y hubiera sido todo más lento, sí, pero más satisfactorio. Todo se complica si quieres escoger los dos caminos a la vez, pero debí haber hecho un esfuerzo, porque ella lo valía y ahora será de otro o, mejor dicho, ya nunca estará conmigo. Habrá cumplido su sueño junto a otra persona que la hará feliz y yo seguiré durmiendo solo, con una guitarra al lado de la cama, esperando al próximo concierto. Esa es la vida que escogí como músico y de la que me desprendí por estúpido.


 Nos quedamos unos minutos en silencio mientras la cinta grababa. Las palabras de nuestra estrella reposaban en el aire, en una atmósfera nostálgica. Finalmente, él rompió con un suspiro el momento.

-¿Continuamos?
-Sí, perdón, su historia...
-Lo sé, lamentablemente, lo sé.



miércoles, 12 de junio de 2013 0 comentarios

Perfume

Se fue. Dejó la puerta cerrada como un punto final en una oración. Un párrafo que da por concluído el final de un capítulo con regusto a un Continuará no cumplido, dejando tras de sí el suave olor de un perfume que huele amargo. Se ha ido y todavía queda la esperanza de que vuelva, y con ellas, sus olores, sus te quieros nocturnos que rozaban el alba, sus rosas de plástico decorando la habitación con falso aroma a sueños por cumplir.


Permanece aún su fragancia roja, quemándose ante el amarillo de una primavera con sabor agridulce, entre agostos olvidables y febreros demasiado cortos.

Y la puerta se abre, y ya no sé qué fue sueño y qué pesadilla.
y vi que estuve muerto en el sueño,
y vi que con la vida estaba soñando.
martes, 7 de mayo de 2013 0 comentarios

22

Dos estrellas cruzan el agua como los años pasaron por su alma,
dejando un surco en la arena que ni el agua cierra. Rielando la luna.
Las raíces emergen hacia el cielo ocre como queriendo atraparla,
de lejos se escapa entre las brumas del alba. Sueño inocente.

Rosas negras coronan su nuca, mirada oscura entre dos sonrojos.
Afilada redondez de un curvo pontazgo para besos salados.
Retrato de versos largos, mayos en imprecisiones de una mártir.
Alcázar sensible que se alza altivo tras un negro telón.

Palacio que la cobija entre sus alas, mar inevitable.
Voces capitales claman su inocencia y un niño la vela.
Princesa entre las sábanas de un poeta amante que la escribe,
valiente pluma, la tinta revuelta. Abrazo nocturno.

Despiertan los patos, alzan su vuelo. Ocaso que nace,
los novios brillan. El agua en calma que el sol ya calienta.
Donde acabaron los versos terminaron hoy sus besos,
lágrimas hundidas en el feliz mar eterno.


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