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viernes, 27 de julio de 2012 1 comentarios

Motivos para sonreír

En los peores momentos de tu vida pensaste que todo era un agujero negro, que la vida no merecía la pena, que este mundo que te rodea es sólo algo que te hace daño, un lugar donde desearías no estar, donde ni siquiera quisieras traer a nadie más, porque nadie, piensas, nadie merece este sufrimiento al que todos llaman vida. Las lágrimas son sólo parte de un decorado que no aprecias, el único reflejo del dolor que te aprisiona el corazón y lo hace latir con fuerza, con tanta fuerza que impide que escuches nada más. Y ese sonido te aleja de los demás, piensas que nunca te entenderán, que ellos viven en un mundo más feliz, que nunca, nunca, han sufrido como tú. Te hundes en la negatividad de miles de días grises y no tienes motivos para sonreír. Todo lo que se expande a tu alrededor sólo una oscuridad que no alcanzas a ver.

Y no hay nada...


...que sea alegría en tu corazón.

Te pierdes entonces todos los motivos que tienes para sonreír.

Un atardecer. Una única foto. Alguien sonriendo. Un rayo de sol entre las cortinas. Un baile sin música. Un sueño bonito. Alguna canción olvidada en un rincón. La brisa de un día de verano. El frío que desprende el frigorífico en un día caluroso. Alguna comida deliciosa. Un comentario ingenioso. Un recuerdo único. La música de un concierto. Un viejo objeto que algún día olvidaste. Un juego infantil. Ver niños jugando en un parque. Un futuro deseado. Alguna ilusión aplazada. Un texto que te hace latir. Un número simbólico. Una voz que te emociona. Un viaje que nunca hiciste y lo estás deseando. Un proyecto en el que seguir trabajando. Un libro que espera en su página 75. Un perfume que te embriaga. Una respiración profunda y decidida. Un actor que olvide su guión y uno al que no le haga falta. Un mensaje que decidiste no borrar. Algún idiota del que ya no sabes nada. Un cumpleaños donde fuiste feliz. Un mes en el calendario que estés deseando ver llegar. Una puerta que siempre te dio miedo y que ahora puedes abrir. Todos los miedos que ya superaste y todos los que aún te quedan por superar. Todas las tonterías que algún día hiciste y todas las que sabes que acabarás haciendo. Un cristal que empañar y dibujar. Los trozos de algún puzzle por hacer. Un vaso de agua que te recuerde a mí. El último abrazo que recibiste y el próximo que te darán. Un beso que invisible se ha quedado marcado. Un chiste. Una imagen ridícula. Un error al hablar o un espejo al que sacar la lengua. Una vela que apagar. Una burbuja que estallar. Y todo un mundo de miles de cosas pequeñas que desearás enseñar a alguien a apreciar, aunque tú hayas perdido las fuerzas para apreciarlas.

Porque todo lo bueno se resume en el segundo en el que decidiste sonreír en vez de llorar.

Hay miles motivos para sonreír. Sólo tienes que buscar el tuyo.
martes, 10 de julio de 2012 0 comentarios

Mil nombres

No hay palabras cuando se intenta describir algo que es más grande que cualquier conocimiento racional de la mente humana. Hay cuestiones que trascienden a nuestro saber y que son parte de un lenguaje que desconocemos, pero que somos capaces de usar. Llegado el momento, y sin saber porqué, crece en nosotros un sentimiento que lo invade y lo cambia todo. Y desde entonces, no volvemos a ser los mismos.

Muchos han hablado de ello por enlaces neurológicos, otros han hablado de un espíritu independiente de la materia fría y gris, los más románticos optaron por llamarlo amor. 


Yo he decidido no llamarlo, porque si hay algo que merece no tener nombre, es esto. Si todo ello se describe en un lenguaje falto de palabras, pero lleno de miradas, falto de sílabas, pero lleno de abrazos, falto de letras, pero lleno de silencios, ¿cómo podría siquiera un sonido intentar recrear una realidad que escapa a nuestros manos porque está dentro de ellas?

Porque dibujamos, escribimos, suspiramos por ello. Lo llamamos de mil formas distintas, para retratar lo que sentimos, invadimos de tinta folios blancos, o de caracteres una pantalla vacía de ordenador. No nos sobran ganas de divulgarlo por todo el mundo, porque algo así nos llena de alegría, y a la vez, siempre tendrá una parte amarga, que nos deja invadir por la melancolía y la nostalgia, el anhelo de contar los minutos que quedan hasta que volvamos a estar extasiados por su presencia. Es la peor de las drogas y el mejor de los remedios. Y hasta pretendemos medirlo, cuando escapa de este mundo físico al que intentamos atarlo.

Al final, somos sus víctimas, y cuando es benévolo, decide bajar a nuestra materia y hacerse un cuerpo, una voz, unos ojos, otro corazón. Y descubriremos su nombre, el nombre de esa persona que lo representa todo y que cambiará tu vida como nadie, ni siquiera tú mismo, podrá hacerlo nunca.
viernes, 16 de diciembre de 2011 1 comentarios

Definiendo imposibles

Es la ignorancia, es la pesadumbre, es el silencio de los ilusos, es la miel en los labios, es la palabra mal dicha, es el sí que es no, es el no que se escondió, es do, es si bemol, es misterio o acertijo, es menosprecio, es alteración, es un error o un acierto, es correspondido, es alérgico, es un dolor o es la sanación, es un camino, un sendero o un río; es hoy, es ayer, será mañana o será después. Es viento, aire, fuego y agua, es tierra o metal, es aliento, es un beso, es una flor, es letra, es abecedario, es Roma, es París, es Santiago o Finisterra, es un nombre o un apellido, es un amanecer, es un atardecer; es un punto o una coma, es un libro, un marcapáginas, un peluche de la estantería, una libreta medio escrita, una pinza en el escritorio, un lapiz sin punta, un despertador roto, una cámara, una cinta, una pantalla blanca, un disco virgen, unos auriculares, una canción, unas pilas, una cámara, una foto. Es un corazón roto, es un cerebro sin ojos, es un estómago turbulento o unas mariposas sueltas. Es un reloj ahogado, unas manecillas que marcan la fatal hora, es un bolígrafo sin tinta, un cinturón tirado, una cama sin hacer, una almohada doblada, una insípida botella, una maleta abierta, alguien desaparecido, un aire fresco, una gota de agua que cae y cae... Es un perfume que no se olvida, una guillotina que corta sus cartas, es la habitación vacía que dejó tras marcharse.

Es la enumeración de los días que pasan sin que nada cambie. La enumeración de cosas que al ver recuerdos me traen, que como jueces de olvidos hablan.

Es nostalgia, es descripción, es olvido, es recuerdo. Es todo lo que escribí y todo lo que lei de ti. 

Es, posiblemente, una bendición y una maldición.

Lo llaman amor.


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