viernes, 28 de diciembre de 2018 0 comentarios

Te espero en el futuro

La risa de cada día. El baile que surge de la nada. Somos pequeñas centellas de felicidad esporádica. Qué breve el tiempo cuando se le antoja. Y qué largo se nos hace el futuro cuando lo pensamos demasiado. Tenues luces he encontrado en mi camino junto a densas sombras. Nos van golpeando en esta senda tanto que a veces nos olvidamos de quienes somos. Y erramos, erramos deambulando, erramos con el otro. Lo peor ha sido siempre fallarte. Lo mejor, tan solo verte sonreír la luz una vez más cada día. De todo saldremos juntos. 


Porque ya lo hemos hecho. Porque siempre nos hemos encontrado en las encrucijadas del camino. Porque la vida nos ha devuelto siempre la sonrisa. Y la palabra adecuada a tiempo. Nunca fueron las mismas, pero siempre son las perfectas para cada momento. Solo que a veces tardan en aparecer, otras se disfrazan de amigas y tan solo sirvieron para herir. Hemos vivido los dos mucho de palabras, tanto que a veces nos olvidamos del gesto, de los recuerdos que yacen más allá de cualquier signo: aquel abrazo, aquel baile, aquella beso, aquella caricia y aquella otra tan indiscreta que aún recuerdo tu sonrojo.

Nos acostumbramos a los sobrentendidos y hemos vivido mucho bajo el paraguas de lo discreto, tanto que parece que no sepamos vivir de otra forma y, sin embargo y pese a las miradas ajenas, querernos tanto. Pese a todo lo que esté por vivir, sigue acompañándome. Porque de todos los mundos posibles, este fue el que elegimos: tenernos el uno al otro. Y no imagino otros senderos que no me llevaran a ti, porque siempre estuviste ahí. Entre los fugaces bailes, los insistentes zumbidos y la suave caricia a escondidas. 

Te espero en el futuro y en todos los 28 de diciembre de mi vida.
lunes, 7 de mayo de 2018 0 comentarios

Confesiones de un tiempo indeseado

A MB.

He viajado siempre contigo, y ahora que no estás comienzo a comprender qué es viajar solo. No puedo mentirte: hubo sonrisas, pero no volví a reír como solo se podía hacer contigo. No quiero ofrecer la imagen de un hombre que sufre, pero tampoco puedo evitar los suspiros cuando intento tomar tu mano y solo encuentro el vacío de la inmensa soledad. Una soledad que se me hace eterna porque nunca termina a tu lado.

El viento me recuerda a tus caricias, le falta tu delicadeza, le faltan tus manos.  Y no hay voz que me recuerde a ti, salvo cuando rescato tus mensajes ya vacíos de esta fría tecnología. Debo confesarte que que he seguido con la mirada tus rizos paseando por la ciudad, tu silueta hipnótica me ha desilusionado en un rostro ajeno. Apenas pasa un día sin que revise tus fotografías para intentar retener tu mirada, pero les faltan toda la emoción. Como a mí me faltan las fuerzas para volver a fotografiar nada donde ya no esté tu presencia. Ahora no soy capaz de llorar y sé que te debo cada lágrima. Vivo en una felicidad acordada para los demás, contando en secreto las horas desde que te marchaste y aprendiendo a vivir como un niño huérfano que sigue esperando en la cancela del orfanato a sus padres.


Hoy te hubiera regalado de nuevo todos los besos. Y te hubiera visto abrir todos tus regalos. Ese rostro de ilusión eterna que a pesar del tiempo siempre tenías. Lamento sobre todo no volver a sorprenderte, a hacerte reír una vez más. Hoy me olvidaré del dolor, de mi vida, del futuro incierto. Y te confieso como un último regalo que nunca se borrará tu huella, aún cuando tenga que vivir años sin ti, años que se trastocarán en siglos en mi cabeza. Y si eso no es amor, quizás me equivoqué de sueño.

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