La risa de cada día. El baile que surge de la nada. Somos pequeñas centellas de felicidad esporádica. Qué breve el tiempo cuando se le antoja. Y qué largo se nos hace el futuro cuando lo pensamos demasiado. Tenues luces he encontrado en mi camino junto a densas sombras. Nos van golpeando en esta senda tanto que a veces nos olvidamos de quienes somos. Y erramos, erramos deambulando, erramos con el otro. Lo peor ha sido siempre fallarte. Lo mejor, tan solo verte sonreír la luz una vez más cada día. De todo saldremos juntos.
Porque ya lo hemos hecho. Porque siempre nos hemos encontrado en las encrucijadas del camino. Porque la vida nos ha devuelto siempre la sonrisa. Y la palabra adecuada a tiempo. Nunca fueron las mismas, pero siempre son las perfectas para cada momento. Solo que a veces tardan en aparecer, otras se disfrazan de amigas y tan solo sirvieron para herir. Hemos vivido los dos mucho de palabras, tanto que a veces nos olvidamos del gesto, de los recuerdos que yacen más allá de cualquier signo: aquel abrazo, aquel baile, aquella beso, aquella caricia y aquella otra tan indiscreta que aún recuerdo tu sonrojo.
Nos acostumbramos a los sobrentendidos y hemos vivido mucho bajo el paraguas de lo discreto, tanto que parece que no sepamos vivir de otra forma y, sin embargo y pese a las miradas ajenas, querernos tanto. Pese a todo lo que esté por vivir, sigue acompañándome. Porque de todos los mundos posibles, este fue el que elegimos: tenernos el uno al otro. Y no imagino otros senderos que no me llevaran a ti, porque siempre estuviste ahí. Entre los fugaces bailes, los insistentes zumbidos y la suave caricia a escondidas.
Te espero en el futuro y en todos los 28 de diciembre de mi vida.
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