domingo, 18 de diciembre de 2016

Las imperfecciones de tu belleza

Anoche, como cada noche en las últimas semanas, te quedaste dormida antes que yo. Y como todas esas noches, antes de apagar la luz, cerré el libro que estaba leyendo y me quedé mirándote. No, no estabas guapa. No eras lo mejor que he visto en mi vida. No tenías una expresión que pudiera sustituir otros rostros, otras caras. Pero allí estabas, durmiendo a mi lado. Segura, tranquila, en calma. Y me daba igual que se te torciera el gesto por la gravedad, que tuvieras la marca de la sábana en la mejilla, que se note entre tus ojos la señal de las gafas quitadas. No me importa que tu pelo se distribuya salvaje por toda la almohada.

Mañana, cuando estés despierta, quizás otro día, trataré de hacernos una foto en cualquier momento. Y te quejarás, y me dirás que estás fea, que ahora no, que qué mal sales. Anoche no te importaba. Y a mí tampoco lo hará mañana. No duermo a tu lado por tu belleza, no espero que siempre estés perfecta, no quiero que nuestros recuerdos sean una pose mal disimulada para quedar bien, sino la sonrisa espontánea de algún buen momento, nosotros despeinados al amanecer, compartiendo en la intimidad uno de esos breves instantes eternos.


Nunca te quise por tu belleza. No puedo amar a nadie por su belleza. Sería como tratar de querer vivir siempre en un instante imperecedero, sería mentirme, engañarte, sería caer en una trampa que nos tienden continuamente. La idea de que debemos ser siempre jóvenes, siempre bellos, siempre perfectos, la idea de que no te puedo querer con tus defectos, de fingir que no hay ninguna arruga, de que no me fije en tu marca de nacimiento, de que acaso no sepa que escondes bajo la ropa. De que no sepa que te quiero porque eres tú y no porque es tu cuerpo.

Todo se desvanecerá, como se pudre la fruta que olvidamos, como caducan las hojas que pisaron nuestros pies, como se derretirán las cimas que ahora arden de blanco furor. Y aún así, me quedará ese momento, junto a una tenue luz, en que te pueda mirar y, en verdad, no te mire. Porque nunca amaré ninguna imagen particular. Porque te amo a ti, a todas tus imágenes, a todos tus sonidos, a toda tu vida. Y anoche, mientras dormías a mi lado, mientras torcías el gesto, mientras te despeinabas, también.

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