Las vidas son tan frágiles que sus aristas pueden quebrarse infinitas veces. Y, sin embargo, también son fuertes para resistir esos embates, esos golpes que nadie quisiera recibir. Será imposible recorrer el camino sin sufrir, pero será mejor disfrutar del oasis que lamentarnos de no haber llegado nunca a meta. En estos tiempos difíciles, en que la distancia marca heridas en el alma, podemos pensar que el futuro hará que todo sea anecdótico. Como ya se pasaron por otros sufrimientos, como ya se superaron, y como también tenemos la certeza de que vendrán nuevos. De que del dolor no se puede escapar para siempre, pero se puede sobrellevar con entereza.
Hay situaciones que no quisiéramos vivir y tenemos que soportar. Quedan ilusiones y esperanzas de un futuro mejor. Quién sabe qué caminos recorreremos. Pero de nada sirve torturarse por encima de lo que ya tenemos. Quisiera pensar que detrás de cada dolor, existe la posibilidad de encontrar alegría. De que lo que ayer era mera rutina, hoy se convierta en éxtasis. De que el despertar cada día juntos se convierta en una oportunidad única para memorizar cada uno de los rincones de tu piel. De que pasear sea emocionante junto a ti. De que siempre haya un abrazo más. Un beso más. Un día más.
Del dolor de hoy tendremos que aprender. Porque hoy no estoy junto a ti. Porque te echo de menos. Y porque sé que el próximo abrazo será aún más largo que el último.