martes, 13 de diciembre de 2011

Fragilidad de la eternidad

Fría, distante, ajena a su alrededor alborotado, como sombra que se alarga oscura entre el verde que crece entre nosotros. Escondida entre las arrugas de su rostro, a cada marca un año y a cada año, un siglo. Con las manos toca el cielo, que le parece más cercano que una vida plagada de recuerdos que se apagan con cada atardecer. Hoy sigue siendo como ayer y ayer como la eternidad, nada ha cambiado para ella salvo el silencio que ya no la habita.

Y cuando la miro sólo recuerdo todos los ocasos que compartí con ella y con la que me enamoré de ti.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Vuelven los invernales atardeceres vestidos de nuevas primaveras. Cae el sol, su luz se oculta y todo vuelve a verse oscuro desde allí. Dejando atrás el otoño, nuestros caminos se volvieron a encontrar. No hubo pesares, solamente el recuerdo de algo fugaz. De una sonrisa al atardecer, de una mirada que regresa.

Un eterno resplandor que evoca intensas sensaciones, despertando recuerdos de una plenitud inmensa.

Porque la perfección no sólo existe en el cielo.

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